Diario de Avisos

La soprano letona encarna a la protagonista de la ópera de Giacomo Puccini en el nuevo título de la temporada que presenta esta semana el Auditorio de Tenerife

Con las entradas agotadas desde hace un mes, el Auditorio de Tenerife pone este martes en escena (19.30 horas), y también el jueves y el sábado, Madama Butterfly. La ópera de Giacomo Puccini, que ha cumplido 120 años desde su estreno en La Scala de Milán y es una de las más representadas de la historia, llega a la Isla en una producción del Teatro Comunale di Modena que desde hace dos decenios recorre el mundo. Ramón Tebar dirigirá a la Sinfónica de Tenerife y Miguel Ángel Arqued, al Coro de Ópera de Tenerife-Intermezzo. La dirección de escena y el diseño del vestuario corren a cargo de Stefano Monti. El diseño de la escenografía corresponde a Keiko Shiraishi. Cio-Cio-San, el personaje protagonista de esta tragedia ambientada en Japón, lo encarna la soprano letona Kristine Opolais, con la que DIARIO DE AVISOS ha mantenido esta entrevista.

-Debuta en Ópera de Tenerife con un rol que conoce bien, Cio-Cio-San. ¿Qué recuerda de su primer acercamiento a la protagonista de ‘Madama Butterfly’?
“Fue en 2006 en mi país, en la Ópera Nacional de Riga. Era mi primera temporada como solista. Fue un gran año para mí porque me llegaron grandes papeles: Tosca, Lisa (La dama de picas), Liú (Turandot), Tatiana (Eugenio Oneguin), Mimí (La bohème)… Y también el de Cio-Cio-San. Pero había una gran diferencia entonces con respecto al presente. Ahora soy madre: en 2011 nació mi hija Adriana. Así que lo que pensaba de Madama Butterfly cuando era más joven es muy distinto a lo que pienso hoy. Esta ópera de Puccini plantea, entre otras cuestiones, cómo una madre decide despedirse de su hijo porque debe elegir lo mejor para él, y también cómo la vida carece de sentido sin ese hijo y sin el hombre al que ama, Pinkerton. Yo eso no lo entendía cuando tenía 26 años. Conocer todos esos sentimientos, todos los miedos, esperanzas y alegrías que un hijo aporta a tu corazón, a tu mente y a tu alma marca una gran diferencia”.

-¿Cómo explicaría lo que más le atrae de su personaje y el reto que supone interpretarlo?
“Es una historia genial sobre una mujer increíble. No conozco otro personaje más completo. Es un ser humano que por amor lo entrega todo. Como cuando canta en el segundo acto el aria Un bel dì, vedremo y expresa la esperanza de que Pinkerton regrese. Siempre me pregunto cómo es para ella vivir cada día con esa esperanza durante tres años o si en cambio sabe en lo más profundo de su corazón que él no volverá. Pero para mí el momento más difícil es cuando Cio-Cio-San se despide de su hijo. Sufro cada vez que lo canto. Llevo 18 años haciendo este papel y nada ha cambiado. Ese dolor viene una y otra vez y me atraviesa la garganta. Las emociones se apoderan de mí y lucho contra las lágrimas. Resulta doloroso cuando Butterfly, antes de suicidarse, se despide del niño y le manda a jugar: Va, giocca, giocca. Es un momento aterrador, muy duro de interpretar”.

“Hay cantantes que son más técnicas y admiro mucho su trabajo, pero mi voz solo funciona con emociones”

-¿Y en esa evolución que comenta, qué aspectos han cambiado más al abordarlo?
“Ese sentimiento de madre del que hemos hablado, que es cada vez más profundo. Mi hija es ahora una niña de casi 13 años y esta experiencia cada día es más grande: más profunda a veces y más difícil en otras ocasiones. Así que los cambios son como el sol y la luna, como la noche y el día. La mayor diferencia entre mi primera Madama Butterfly y mi Madama Butterfly de estos días es que ahora siempre echo de menos a mi hija. Así que cuando interpreto a Cio-Cio San, siempre caigo en las lágrimas. Me encantaría estar con mi hija todo el tiempo, pero la vida es como es y no siempre es posible. El mayor cambio, en definitiva, es que ahora mis sentimientos sobre lo que supone ser madre son reales, más enteros, más completos”.

-¿Qué exige Puccini? ¿Qué desafíos plantean las partituras de esta ópera a una cantante?
“Hace poco canté dos obras de Shostakóvich. El de Lady Macbeth es uno de los papeles más difíciles y dramáticos, por sus características y su enorme orquestación. Tiene un registro muy agudo durante gran parte del tiempo y es emocionalmente exigente. Aun así, no se puede comparar con Madama Butterfly. Si te limitas a vocalizar maravillosamente esta partitura, eso puede ser bueno para una grabación, pero no para el personaje en un escenario. Se puede hacer toda la música con toda la coloratura, sin embargo, no solo hay colores hermosos. También hay gritos, susurros, tristeza, felicidad. Este papel requiere, por decirlo así, varias voces durante la escenificación. Creo que es el rol más completo. En él está todo. Soy muy emocional. Hay cantantes que son más técnicas y las admiro, pero mi voz se mueve con las emociones. Cuando se trata solo de vocalizar se me hace difícil, porque mi voz no funciona sin emociones. Unas emociones que también pueden matarte, como puede hacerlo la orquesta. Debes tener buena sintonía con el maestro y los músicos. Amo este papel y también lo odio, porque es desafiante. Es una obra maestra que me rompe el corazón”.

“Cada intérprete aporta su experiencia al rol que encarna; el sonido de nuestra voz es el sonido de nuestra alma”

-Que sea un papel tantas veces llevado a un escenario, con tantas referencias de tantos artistas, ¿supone más una responsabilidad o un estímulo para imprimirle un nuevo carácter, una voz diferente, la suya?
“Nadie puede convertirse en Renata Tebaldi ni en Maria Callas ni en Renata Scotto. Me gusta ser yo misma y poner mis sentimientos y mi cuerpo en cada interpretación. Admiro a las divas de la ópera, pero es importante que encuentres tu propio camino, ofrecer una versión única en cada papel. Si veo que no voy a dar el cien por cien, no subo al escenario. No me gustaría volver a cuando empecé mi carrera, a cuando viajaba sin parar de producción en producción. Era prácticamente un zombi, no una persona viva. Me sentía cansada, triste y deprimida. Ahora estoy supercontenta porque puedo recuperarme y tengo tiempo para prepararme entre una producción y la siguiente. Si eres sensible, este trabajo es duro. Al salir al escenario, debes cantar como si fuera la última vez. María Callas fue el mejor ejemplo de esto, pero también Montserrat Caballé, a la que escucho cuando necesito relajarme. Montserrat Caballé me es de gran ayuda para limpiar mi voz y cuidar la técnica. Cada cantante aporta su propia experiencia y la traslada al sonido del rol que interpreta, porque el sonido de nuestra voz es el sonido de nuestra alma”.

-¿Cómo está siendo el trabajo junto al resto de cantantes y a la Sinfónica de Tenerife?
“Es fantástico cuando tienes tiempo para conocer mejor a tus colegas, cuando hay una buena conexión. También cuando te encuentras con compañeros con los que ya has trabajado, como por ejemplo Alyssa Kolosova [mezzosoprano, interpreta a Suzuki]. Estoy trabajando por primera vez con el maestro Ramón Tebar [director musical]. Después de tantos años cantando este papel, me ofrece fantásticos puntos musicales. El trabajo en equipo es esencial para obtener un gran resultado. Stefano Monti [director de escena y diseño de vestuario] ha hecho una obra maestra sobre el escenario, muy sofisticada, muy lógica y muy bella. Me gusta el ambiente que se respira aquí y la orquesta suena genial. Somos como una pequeña familia durante todo el proceso, así que lo disfruto mucho”.

“Quiero ampliar mi horizonte, porque todo lo que he querido cantar lo he cantado, porque mis sueños se han cumplido”

-‘Madama Butterfly’, de Puccini; ‘Lady Macbeth del distrito de Mtsensk’, de Shostakóvich; ‘Aida’, de Verdi… ¿De qué manera se complementan los roles que le ofrecen estas óperas y qué ámbito de expresión le brindan?
“Ya sea Madama Butterfly o Lady Macbeth, una cosa es segura: necesitas sacar el mayor partido a la voz y a la técnica. Con mi carácter, con mi hiperemocionalidad, con mi sensibilidad, me siento mejor con Shostakóvich y Puccini. Pero si hablamos de personajes, son muy diferentes, aunque no cambia la técnica. Debe seguir siendo bel canto. Cuando recientemente canté Lady Macbeth, lo hice con un sentimiento absolutamente belcantista. Solo así pude llegar hasta el final y seguir teniendo voz para las siguientes representaciones. En este tipo de papeles se necesitan habilidades, un nivel psicológico especial. Me encanta actuar. No puedo imaginarme cómo sería si un día no pudiera hacerlo. En los ejemplos que ha puesto, se trata de tres mujeres absolutamente diferentes. No puedo decir que Aida sea mi favorita. Un día me encantaría interpretar a Amneris, que es un personaje que me interesa más. Aida no me llega mucho al corazón, me parece un papel algo flemático. Probablemente es el mismo sentimiento que experimento hacia Mimí (La bohème) Amelia (Simón Boccanegra) o Desdémona (Otelo). Por supuesto, el de Aida es un papel magnífico, grande e increíble, pero estoy hablando de las características del personaje. Quizá yo sea demasiado emocional para Aida. Tal vez necesite guardar mis emociones en una caja. Me siento más cómoda con Katerina Izmailova (Lady Macbeth del distrito de Mtsensk) o con Butterfly. Pero Butterfly no es Turandot ni Lady Macbeth. Son diferentes. Ahí está la belleza de este arte. Interpretar a todas estas mujeres es un regalo”.

-¿Y hay algún título que hasta ahora no ha interpretado y le gustaría llevar a los escenarios?
“Hay algunos papeles, pero no muchos. Todo lo que he querido cantar lo he cantado, todos mis sueños se han hecho realidad. He actuado en todos los sitios en los que he querido cantar. Por eso a veces siento que necesito nuevos retos y quiero volar a algún sitio para encontrar un horizonte más grande. De Puccini, me gustaría hacer La fanciulla del West. También me encantaría cantar algún papel en el que no me muera al final, aunque sé que muero muy bien y al público le gusta verlo. Quisiera cantar La Gioconda (Amilcare Ponchielli) y algún papel en el que esté sola en el escenario, como La voz humana, de Poulenc. Es una gran oportunidad. De nuevo, moriría, pero es una historia muy interesante para mí como artista y actriz. Ya está en mis planes. En un año y medio la haré. No hay muchos más papeles, pero La fanciulla del West es el deseo número uno”.

“Si eres una persona sensible, este trabajo es duro, pues cada vez que sales a escena debes cantar como si fuera la última”

-En un mundo cada vez más dominado por las pantallas y lo inmediato, ¿cómo invitaría a un adolescente a acudir a la ópera? ¿De qué manera le explicaría el espectáculo que podrá contemplar sobre el escenario?
“La respuesta es difícil. Creo que para captar su atención la ópera debería ir acompañada de elementos multimedia, como una pantalla enorme detrás del escenario, con muchas luces y alguna explicación. Pero explicaciones cortas y muy claras sobre el espectáculo que van a ver, ya que no todo el mundo lee los programas. Quizás durante unos 10 minutos, no más. Y no importa si es una obra clásica, como esta producción de Madama Butterfly, que es fantástica. Algo de multimedia ayudaría a involucrar a los adolescentes, no veo otra manera. De lo contrario, vamos a perder al público y en 10 o 20 años serán muy pocos los que amen este arte. Tenemos que ayudar a los adolescentes a entenderlo mejor y para ello debemos ser modernos en el escenario. Y, como digo, no estoy hablando de las producciones en sí. Porque a veces esa búsqueda de la innovación por la innovación resulta tan ridícula que te pones enferma al ver lo que pasa en escena. No, esa no es la solución, pero quizás sí que ayudaría incorporar algunos efectos visuales, como en el cine”.